03 abril 2009

Nada mio

No había vuelto a escribir, la constante pregunta ¿por qué? Por fin ha encontrado su respuesta, ya no siento, ya no siento más ni menos, ya no siento como antes, pero este cuerpo, o lo que sea esta materia, necesita emociones, supongo la adrenalina la venden en ampolletas, las compro todos días en muchos empaques diferentes, ajenos, llenos de alegrías y tristezas que no son mías.

Supongo que este es el resultado de tanto afán, sería tanto, que ya ni cansancio me queda, sólo estas ganas de sentir, no esas cosas insulsas que siento todos los días, sino de sentimientos que me agobien, que no me permitan pensar más.

“No voy a poder descubrir una ciudad sin él” yo sólo la miro y me dan ganas de llorar, no porque yo halla descubierto ciudades con nadie, de hecho siempre lo he hecho sola, sino porque recuerdo esas eternas llegadas simulacros de partidas que antes dolían tanto, ahora sólo lo ajeno me deja sentir sobre esta anestesia.

Reiterando que el mío es un mundo de mujeres, las escucho, las veo, lloro con ellas, me angustio por ellas, me alegro con sus alegrías, pero mío no hay nada. Las enfermedades que las agobian, sus soledades, sus faltas de amor propio, sus descubrimientos de nuevos amores, de nuevos odios, de viejos rencores, de nuevos trabajos, de sorpresivos retos, de eternas despedidas, de nuevas maternidades, de matrimonios, primeras comuniones, bautizos, ateismos, politeísmos, escepticismos, oscurantismos, todos muy juntos son de ellas, nada mío.

Mía esta anestesia, ni siquiera vacío, porque me siento llena, digamos plena, ser vieja dentro de este cuerpo que cada día envejece más, ni siquiera me hace sentir tristeza. Mi experiencia me dice que vendrán las mías, pero presiento que ya no hay nada, ni nadie, ni siquiera yo misma, que me haga volver a sentir, sólo esas, las tristezas y alegrías ajenas son las agujas con las que mi cuerpo reacciona, para que el médico sepa que estoy viva.