11 diciembre 2008

Margaritas, bien florecitas

Aquí siempre hay papel blanco, siempre Word me abastece mientras hay que esperar horas para que le quiten los candados y la recarguen, hay ladrones de papel.

Me dijo que le gustaba como escribía cuando estaba mal, estoy mal y créame no escribo bien, escribo llevada, como si tuviera fuelles en las manos, no las controlo,no se lo que digo, no me importa.

La comparación era entre ¿la película Arráncame la vida y es libro que me estoy leyendo hace ya casi dos meses? ¿la película Arráncame la vida y la vida real? La constante es la película, supongo que por lo ceñida a la novela, por primera vez me pasa, reemplazar mis imágenes con las de otro está bien, por supuesto, esperaba lo mismo de El amor en los tiempos del cólera, sin excusas por sentirme florecita mientras escribo eso.


¿Por qué esa película, por qué no los falsificadores que me pareció “buena”? Pues porque las historias rosa bien contadas son lo mío, porque no puede haber un invento más universal que ese del amor.

Película bien lograda, es decir, hecha con cuidado, bla bla, normal. El logro no está ahí, esa historia es la historia de todos los días, la que escucho mientras me fumo cada uno de los cinco cigarrillos del día, esa de es un desgraciado “pero como me gusta que sea así”, esa dónde uno se inventa micro bombas para sabotearlos, nunca para matarlos, porque obvio “¿qué haría yo sin él?”, dónde hay amantes, de mentira, de verdad, mientas el otro se hace el de las gafas y uno se hace el ciego, dónde las mujeres eran como eran y siguen siendo como son, así, mujeres, y me parece fantástico (en el sentido literal de la palabra) lograr que una mujer se vea así, tan mujer, porque no es la historia de Andrés Ascencio, sin duda, no es la historia del hombre que finalmente terminamos contando todas, no, es la historia de la nena, la que es así, pisa pasito aunque parezca pies de plomo.

Cabe anotar que leí el libro a los 13 años, cuándo preguntas como “¿eso me cabe?” no eran muy claras para mi. Lo he prestado, regalado, adquirido, unas 10 veces, porque a través de los años adquiere nuevos sentidos, como todo, depende de todo, pero sigue siendo tan básico, como una camiseta blanca. Así, simple como un vaso de babas.


En otras me dicen, vaya escriba, no quiero, no quiero ahora, no quiero en un tiempo, ahora solo me provoca regalarme margaritas.

3 Opinaron:

Asmodeo dijo...

Debo confesar que me da ira de la mala, tal vez por las visicitudes de los últimos tiempos pensar en esa historia rosada tan universal, y más si el protagonisa cabe en ese esquemita de "es un desgraciado, peor no puedo vivir sin él", porque no hay que redefinir esas historias rosadas que las mujeres queremos.

Como una vez dijimos, la vaina está en que nosotras queremos una historia, y no la inventamos, lo creemos y así, y la verdad las historias creo que deben construirse, fácticamente y no oníricamente.

Yo te regalo margaritas, a tí y a todas, con tal de que dejemos de ser tan pendejas, que aunque muchos merezcan la "inocencia" y la "ceguera" del romanticismo, otro claramente no, porque son aquellos que hacen de la Historia una fotonovela de quinta que aburre hasta leyéndola en la fila del supermercado.

Anónimo dijo...

Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si los incitáis al mal?

Motta dijo...

margaritas, o miosiji como en la canciónde wilfrido "el jardinero" una historia de amor, a mi me inventaron una y sabes por eso escribo.

Efrain Medina dice: escribimos para vaciar el alma y pasarle nustros traumas a otros.